Oona y Salinger, de Fréderic Beigbeder

Oona y Salinger, de Fréderic Beigbeder

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Edita Anagrama

Año edición: 2016

ISBN 978-84-339-7945-2

Páginas: 296

Sin título-1.inddBreve reseña: Hoy cuando los géneros literarios están tan desdibujados, de suerte que es posible encontrar poemas que se parecen a tragedias y viceversa, no ha de extrañarnos la aparición de un tipo novelesco nuevo: la novela Facción cuyo inventor sería Frédéric Beigbeder. En palabras del propio autor: «Todo en él es rigurosamente exacto: los personajes son reales, los lugares existentes (o han existido) y las fechas son todas verificables en biografías o libros de historia». Supone, sin duda, un paso adelante en relación a la non-fiction-novel, creada por Capote e, incluso, frente a la novela metaliteraria, cultivada por Vila-Matas.

El título de la novela es ya bastante ilustrativo: Oona y Salinger, en ella se relatan los amores del afamado escritor y Oona O`Neil, de quien el aludido Capote escribió: «Solo tenía un defecto: era perfecta. Fuera de eso, era perfecta». En el momento de su encuentro, ella tenía dieciséis años y él veintiuno: la edad perfecta para el amor. Aquella historia casi perfecta se derrumbó porque Salinger se alistó en la Segunda Guerra Mundial y porque, además, apareció en la vida de ella Charles Chaplin, con quien acabaría casándose.
Al margen de estar escrito con un lenguaje en el que se suceden la trivialidad y la cultura, el libro es especialmente interesante por la cantidad de celebrities que en él aparecen: Fitzgerald, tambien Zelda-Capote, Hemingway, Eugenio O’Neil y, por supuesto, Jerrry Salinger.
Beigbeder, como el propio Salinger, confiesa su predilección por las mujeres jóvenes en lo que coinciden con este modestísimo escriba. Por ello, en la novela, aparece más de una foto de la bellísima Oona en todo su esplendor adolescente.
El tono deliberadamente trivial de la novela acusa a veces rasgos casi caricaturescos: Oona comprende que vuelve a tenérselas con un pretendiente desconsolado. Le parecen penosos, es la peor categoría de seductores, aunque también son los únicos amables. Las demás categorías son: el violador pálido con tendencias suicidas, el donjuán malvado, el chulo que presume de sus conquistas anteriores, el pasivo agresivo que insulta para provocar el rechazo que teme, el gracioso antierótico y, por supuesto, el perverso narcisista que, junto con el homosexual reprimido, es la categoría más dolorosa. Toda una tipología, como se ve. Ocasionalmente surge algún pasaje lírico, como la escena del baile en la playa en la que el encantamiento, aun fugitivo, brilla con todo su esplendor. No es difícil imaginar a Jerry, abrazado a Oona, mientras suena dulcemente Smoke gets in your eyes.

Sinopsis: Nueva York, 1940. J. D. Salinger es un chico larguirucho de veintiún años. Escribe relatos e intenta que se los publiquen las revistas literarias del momento. Oona O’Neill tiene quince años y es hija del gran dramaturgo Eugene O’Neill. Es tremendamente bella y se codea con lo más granado de la sociedad neoyorquina. Oona y Salinger se conocen y salen durante un tiempo. Pero al cabo de dos años, tras el bombardeo de Pearl Harbor, Salinger se alista en el ejército y se separan. Él participa en el desembarco de Normandía y ella se casa en 1943 con Charles Chaplin, con quien permanecerá hasta la muerte de él, en 1977, y tendrá ocho hijos. Salinger escribe a Oona cartas que nunca han salido a la luz.

Hasta aquí, los hechos conocidos, pero Frédéric Beigbeder, fascinado por los protagonistas de este relato interrumpido, decide contarnos la historia entera. Rellena los huecos, recrea lugares y ambientes, fabula diálogos. Incluso reescribe las cartas de los amantes e imagina un último encuentro fugaz, al cabo de cuarenta años, en Grand Central Station. En un inteligente ejercicio de historia ficción, o de faction,como lo llama él, consigue conmovernos con la historia de amor y desamor de dos personajes que terminaron teniendo su papel en la historia del siglo XX. Y, por el camino, el autor nos habla del Nueva York de los años cuarenta, de la Segunda Guerra Mundial, de cine, de literatura. Y da voz a Truman Capote, Ernest Hemingway o Charlie Chaplin, entre otros. Y escribe también, cómo no, sobre sí mismo. Sobre su obsesión por seguir siendo joven a pesar de la edad, su admiración por el autor de El guardián entre el centeno y su amor platónico por Oona, sobre su condición de escritor. Y hasta sobre su romance con su actual esposa, veinticinco años más joven que él, que quiere ver como un reflejo de la relación entre Chaplin y Oona O’Neill, o entre Salinger y sus jóvenes amantes.

Biografía: Beigbeder es un escritor sabio. Es capaz de transformar una historia anecdótica en una superproducción. Se ha documentado con avidez, y con todos los ingredientes ha montado la nata de una ficción que mezcla escenas y diálogos inventados. A veces, él mismo sale a escena. Al contar a los demás, Beigbeder se cuenta a sí mismo.

@lecturaderamon

 

Balzac, de Stephan Zweig

Balzac, de Stephan Zweig

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Biografía

Editorial Paidós Ibérica (también editada en Juventud y en Plaza & Janés)

ISBN – 978-84-49318290

Año de esta edición: 2005

Páginas: 440

BREVE RESEÑA: Balzac era gordo y feo pero eso no era óbice para que le gustaran las mujeres. Circula por ahí una teoría según la cual todas las mujeres, por mucha falta de encantos que la naturaleza les haya concedido, se creen con derecho a ser amadas. Otro tanto con los hombres, aunque guapas y guapos suelen ser más afortunados.
A Balzac, además, le gustaban las mujeres mayores en lo que no coincide con este humilde servidor. Ello es manifiesto en su novela La femme de trente ans. También en su vida personal. Madame Berny, su primera amante, tenía cuarenta y cinco años y él contaba solo con veinticinco. Su solicitud hacia ella no pudo ser mayor:

Ella fue para mí, amiga, familia, compañera y consejera. Me hizo escritor, me consoló de joven, me enseñó a tener gusto, lloró y rio conmigo, como una hermana; venía a mí todos los días como un sueño bienhechor que aplaca los dolores… Sin ella, seguramente habría muerto.

Gustosamente habría suscrito el título de En brazos de la mujer madura:

La mujer de cuarenta años lo hará todo por ti, la mujer de veinte, nada.

Malo es, sin duda, estar condenado a la indigencia por tan sabio maestro. La vida de Balzac es casi tan rica como su vasta Comedia Humana. Trotamundos, de oficio en oficio, de negocio en negocio y en todos perdedor, solo le salvará su inquebrantable voluntad en su destino literario, esa ciega confianza de aquellos que, por encima de cualquier circunstancia adversa, están convencidos de tener talento.
Confiaba ciegamente en su destino pero no escatimaba cualquier ayuda que pudiera robustecerlo. Así permanece constante a lo largo de su vida el deseo de encontrar una rica heredera que lo sacara de sus continuas penurias económicas (llega a tener tres casas para rehuir a los acreedores).  En 1839 escribe a Zulma Carraud, pidiéndole que se acuerde de él «cuando encuentre en alguna parte una mujer con doscientos mil o por lo menos, con cien mil francos, con tal que el dote pueda ser empleado también en mis negocios». Barrigudo y sobrepasados los cuarenta, la exigencia puede resultar excesiva.
Zweig, además de consumado novelista, experto en retratar el corazón femenino, especialmente el de las damiselas vienesas, es, asimismo, un notable biógrafo. Retratos suyos son el de Erasmo de Rotterdam, Magallanes, Romain Rolland, Verlaine y esta biografía: Balzac, que me permito recomendar a gourmets del género.

Cob-Balzac.inddSINOPSIS: Este libro monumental, publicado por primera vez en 1920, no es solo la obra maestra de Stefan Zweig, la mejor demostración posible del fervor que sentía por el gran Honoré de Balzac, sino también una novela fascinante que descubre al lector no solo el trabajo, la lucha, el esfuerzo y el desafío del genio, sino también sus debilidades. Tras esta fachada impoluta, sin embargo, se ocultan otros temas igualmente interesantes: el conflicto del escritor con su tiempo, su lucha por el reconocimiento y, en especial, su condición de bufón de una sociedad que nunca llegó a considerarlo un verdadero literato. Por todo ello, esta última obra de Zweig debe considerarse también su obra maestra. Lo que debería haber sido la recreación de otro momento estelar de la humanidad, es decir, un retazo de la humanidad misma, se fue convirtiendo igualmente en una descripción vívida y sentida de la comedia humana, lo cual hace que su lectura invite a acercarse con más detenimiento a la obra de Balzac.

BIOGRAFIA: Viena, (1881-1942). Stephan Zweig, hijo de un poderoso industrial, recibió una esmerada educación. Durante sus años de juventud recorrió Europa, trabajando como traductor y colaborando en distintas publicaciones. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, manifestó su posición pacifista. Ante la implantación cada vez mayor de las fuerzas nazis en Austria, emigró a Londres. De su producción literaria destacan Cuerdas de plata, un ejemplar donde reúne su poesía, y novelas como Jeremías, Amok, El jugador de ajedrez o La confusión de los sentimientos. También escribió las biografías de algunos de los personajes más grandes de la literatura como Dickens o Balzac. Esta última aquí reseñada, parece ser que la dejó incompleta antes de suicidarse, aunque con anotaciones lo suficientemente avanzadas como para que pudiera publicarse.

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El hombre rebelde, de Albert Camus

El hombre rebelde, de Albert Camus

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Albert Camus

Ensayo

Alianza Losada

ISBN – 978-89-500395540

Año de esta edición: 1953

Páginas 398

Me gustaría que este modesto texto fuera un homenaje a los muertos y heridos del atentado de París y a sus doloridos familiares.

BREVE RESEÑA:

«El crimen irracional y el crimen racional, en efecto, traicionan igualmente al valor creado por el movimiento de rebelión. Y, ante todo, el primero. Quien niega todo y se autoriza a matar, Sade, el petimetre homicida, el único implacable, Karamázov, los celadores del bandido encadenado, el superrealista que dispara contra la multitud, reclaman, en suma, la libertad total, el despliegue ilimitado del orgullo humano. El nihilismo confunde en la misma ira al creador y a las criaturas…»

He pasado el fin de semana releyendo El hombre rebelde, un libro profundo e iluminador del gran escritor francés. El hecho no ha sido casual: he pensado que la lectura de Camus, a pesar de las distancias, me ayudaría a comprender mínimamente los terribles acontecimientos que han ocurrido en Francia el pasado viernes.

el hombre rebelde copiaDe la lectura de Camus, se desprende que el nihilismo europeo hunde sus raíces en un acusado fervor antiteológico. Con anterioridad, Dostoievski, había declarado abiertamente:

«… si Dios no existe, todo está permitido»

Con su aguda penetración psicológica, el gran novelista ruso había advertido que la «muerte de Dios» supondría el desmoronamiento del gran edificio, construido durante siglos, que vinculaba la existencia de Dios con la inmortalidad del alma y las leyes morales.
Pensadores sagaces ahondaron las grietas del edificio que se desmoronaba. Así Stirner quien en El único y su propiedad consagró el absolutismo del individuo frente a todos los demás. Escribe Camus:

«… el hombre que frecuentaba la Sociedad de los Emancipados con los jóvenes hegelianos de izquierda (entre ellos, Marx), tenía una cuenta que saldar no solamente con Dios, sino también con el hombre de Feuerbach, el Espíritu de Hegel y su encarnación histórica, el Estado. Para él todos estos ídolos han nacido del mismo “mongolismo”, la creencia en las ideas eternas»

No hay que olvidar que de Stirner nace el anarquismo violento, la muerte sacrificial, mucho más frecuente de lo que algunos creen, que Camus detecta en los prerrevolucionarios rusos, los «asesinos delicados», como él los llama.

Nietzsche radicalizaría a Stirner, defendiendo a la «bestia rubia» cuya encarnación más lograda sería Reinhard Heydrich:

«… se sabe que Nietzsche envidiaba públicamente a Stendhal su fórmula: “la única razón de Dios es que no existe”… Al estar privado de la voluntad divina , el mundo está privado igualmente de unidad y finalidad… Las ventajas de esta época: nada es cierto, todo está permitido. Directamente del Übermensch, surgiría su antítesis, el Untermensch»

Marx encarna la profecía revolucionaria a la que hay que sacrificar todo: la consecución de la sociedad sin clases no está garantizada sino con la aniquilación de la sociedad presente:

«… la originalidad de Marx consiste en afirmar que la historia, al mismo tiempo que es dialéctica, es economía. Hegel, más soberano, afirmaba que es a la vez materia y espíritu. No puede, por otra parte, ser materia sino en la medida en que es espíritu, y a la inversa. Marx niega el espíritu como última substancia y afirma el materialismo histórico»

Lo que caracteriza al terrorismo musulmán, contrariamente, es su fervor teológico. Parece que los terroristas que irrumpieron en la discoteca Bataclánn, lo hicieron al grito de «¡Alá es grande!», mientras descargaban sus armas contra los indefensos asistentes. Puede que Alá sea grande pero no es piadoso: ni las súplicas ni las lágrimas de las víctimas son, al parecer, capaces de curar su terrible cólera. ¡Qué extraño dios es aquel que no tiene en cuenta los sufrimientos de aquellos que ha creado o, al menos, ha permitido su existencia!

El fenómeno resulta más incomprensible cuando uno advierte que Atta, el director de los atentados de las torres gemelas, era ingeniero y Jhon el yihadista tenía como profesión la de informático, seres, en consecuencia, capaces de comprender un razonamiento racional. ¿Qué ocurre entonces? Entre la pugna entre razón y fanatismo, este último gana a la razón. Quizás, para parar la sangría terrorista, habría que enviar a Siria, en lugar de aviones y armas, filósofos que echaran por tierra creencias ridículas, incapaces de soportar el más ligero análisis.

SINOPSIS: «El propósito de este ensayo es aceptar la realidad del momento, que es el crimen lógico, y examinar precisamente sus justificaciones: esto es, un esfuerzo para comprender mi tiempo. Se estimará, quizá, que una época que, en cincuenta años, desarraiga, avasalla o mata a setenta millones de seres humanos debe solamente, y ante todo, ser juzgada. Pero es necesario que se comprenda su culpabilidad. […] El día en que, por una curiosa inversión propia de nuestra época, ei crimen se adorna con los despojos de la inocencia, es la inocencia quien se intima a justificarse. La ambición de este ensayo consiste en aceptar y examinar ese extraño desafío», apunta Camus en la Introducción a esta obra.

BIOGRAFIA: Albert Camus, (Mondovi, Argelia Francesa, 7 de noviembre de 1913 – Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés.

En su variada obra desarrolló un pensamiento fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. En 1957, a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy».

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La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards

La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Jorge Edwards

Biográfica

Editorial Tusquets

ISBN – 978-84-90660997

Año de esta edición: 2015

Páginas 288

la muerte de montaigne copiaBREVE RESEÑA: Esta reseña, en cierto sentido está conectada con la anterior que escribí: esa extraña inclinación que tienen-tenemos-los-hombres a fijarnos siempre en chicas jóvenes y atractivas. MONTAIGNE ENTRE VISILLOS: Sería muy conveniente que los hombres mayores se enamoraran de mujeres todavía mayores que ellos para que pudieran ejercer con ellas lo que los griegos llamaron philia, contrapuesto, como es sabido, al eros. Pero mucho me temo que esto raramente sucede y, si así fuera, ellas no se sentirían especialmente halagadas.

En el caso de Montaigne, si hemos de creer a Jorge Edwards, no fue lo que ocurrió. Siguiendo una larga tradición, que va desde Abelardo y Eloisa a Heidegger y Arendt, el autor francés, ya cincuentón, se enamoró perdidamente de una admiradora suya, Marie de Gournay. Casi resulta innecesario señalar que también es muy común que los admirados pretendan extender este sentimiento hasta sus atributos físicos, lo que parece muy probable en el caso del autor francés, aunque él muy circunspectamente la llamó siempre «mi ahijada».

Comparado con sus dos ilustres contemporáneos, Decartes y Pascal, desde un punto de vista filosófico, Montaigne no pasaría de alumno aventajado. No hay nada nuevo en su filosofía, que no sea una versión más refinada del viejo escepticismo. Hay, sin embargo, algo muy meritorio en el autor francés: su estilo.

Prosigue una vieja tradición filosófica en la que habría que citar a Cicerón, Lucrecio, Marco Aurelio, Agustín de Hipona, en la que la exposición filosófica va unida a una extraordinaria habilidad literaria. No ha de extrañarnos, entonces, que Montaigne haya despertado un gran interés entre aquellos que conciben la filosofía-Savater —podría ser un ejemplo— como algo puramente ensayístico.

El que una novela en la que prácticamente no ocurre nada y lo poco que sucede resulte ya previsible, nos entretenga y nos divierta, indica mucho a favor de ella. Este es el caso de La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards, donde el autor chileno examina la obra del gran ensayista, nos ofrece la visión que sobre él y sobre Enrique III y Enrique IV tenía el gran historiador Michelet, a la par que nos proporciona datos de la creación de la misma y del propio autor. Como en el caso de Montaigne, deriva de una gran facilidad para el hoy un tanto menospreciado «arte de escribir».

Montaigne es un autor que, al contrario de lo que sucede con la mayor parte de los escritores de su época, no rehuye lo fisiológico, sino que, en más de una ocasión, parece recrearse en ello. A lo largo de los ensayos aparecen continuas alusiones, muy directas, a la sexualidad. Es igualmente digno de resaltar el menosprecio del autor por los honores y por la parafernalia del poder: «Et au plus eslevé throne du monde si ne sommes nous asis que sus notre cul» [«En el trono más elevado del mundo estamos sentados sobre nuestro culo»].

SINOPSIS: Un magistral juego literario entre el pasado aparentemente remoto de Montaigne y el presente, entre la investigación y la narración. En 1588, Michel de Montaigne, que es ya un filósofo respetado, conoce en París a una joven admiradora de su obra, Marie de Gournay. Y Montaigne, que tiene por entonces cincuenta y cinco años y está «bien casado», inicia una misteriosa relación con la exaltada Marie. Para reconstruir esa pasión crepuscular, Jorge Edwards rastrea al Montaigne público y privado, y mientras aplica la lección vital de Montaigne a su propia realidad, la de la infancia y la actual, Edwards ilumina los aspectos más relevantes, curiosos, a menudo sensuales y, sobre todo, modernos del —ahora ya plenamente— novelesco personaje.

BIOGRAFIA: Jorge Edwards, 1931, narrador y periodista chileno, nacido en Santiago. Es abogado y se ha desempeñado como diplomático, en París junto a Pablo Neruda y en la Cuba de Fidel Castro. Al comienzo del gobierno de Augusto Pinochet residió en España (1973-1978). Ha escrito numerosa obra periodística en Chile y otros países, así como varios libros de cuentos, donde trasunta fieles observaciones sobre la sociedad chilena tradicional y decadente. Sus novelas, siguiendo el modelo de la crónica y el realismo, trazan vastos cuadros de la vida chilena en distintos momentos de nuestro siglo. En 1994, recibió el Premio Nacional de Literatura.

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Al otro lado del río y entre los árboles

Al otro lado del río y entre los árboles

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Ernest Hemingway

Novela

Planeta

ISBN – 978-84-32021374

Año de esta edición 1976

Páginas 249

 

#Al otro lado del río y entre los árbolesBREVE RESEÑA: Esta es la última novela publicada por Ernest Hemingway, el «dios de oro de la literatura americana», según la ditirámbica apreciación de Alfred Kazin. Pocas cosas hay más agradables que hallarse entre los brazos de una mujer joven, sobre todo si uno ya ha dejado esa feliz etapa. De esos amores disjuntos, participaron muchos, el fáustico Goethe, el morboso Moravia, el obsesivo Sartre, el glotón don Camilo o san Camilo y el aludido Hemingway. Como nada hay unánime en el mundo, Stephen Vicinczey prefería estar en brazos de la mujer madura. La historia de un coronel quincuagenario, enamorado de una joven de diecinueve años, constituye el núcleo narrativo de esta novela. El tópico mundo novelesco del escritor americano aparece, tal vez con menos empeño que en otros relatos: el coronel americano, que para más se llama Hunter, disfruta practicando la caza de patos. La relación entre el militar y la bella veneciana es claramente física: son incontables las veces en que se besan y se acarician. Como Lawrence, Hemingway piensa que la relación entre hombre y mujer es eminentemente física. Nada más alejado de aquello que Platón, y luego los escolásticos, llamaron amor intellectualis. Para añadir dramatismo a la historia, el coronel sufre una enfermedad coronaria incurable, de la que es plenamente consciente, y se esfuerza en apurar este amor para el que todo parece mostrarse en contra. Hemingway, que con frecuencia alarga el relato —las escenas amorosas llegan a cansar—, muestra una maestría sorprendente para lo que la retórica llama prosografía: «… entonces entró ella en la habitación, refulgente en su belleza juvenil y esbelta, y los cabellos revueltos por el viento. Tenía un cutis pálido, casi color de aceituna, un perfil capaz de partirle el corazón a cualquiera y unos cabellos negros y vivos que se derramaban sobre los hombros». Abundan los juicios literarios no exentos a veces de heterodoxia: «Dante era otro viejo con —dijo el coronel—. Quiero decir como hombre, no como escritor»; «Eso es de Shakespeare —le dijo al retrato—, el campeón invicto e indiscutido. Pero yo me inclino a reverenciarlo». Abundan las construcciones de otros idiomas, incluido el español, prueba de la vida errante y aventurera del gran escritor americano: «… un solitaire ambulante —error, no sé si imputable al autor o al editor— îlot de résistance, scalopine», gusto que, curiosamente, comparte con un escritor italiano: Malaparte.
La muerte, como fenómeno general y como algo que concierne muy directamente al protagonista ante su inminencia, despierta ecos profundos: «… la muerte es una buena porquería —pensó—. Se te entra a pequeños fragmentos que apenas denuncia que ya ha entrado. A veces llega en forma atroz. Puede surgir de un vaso de agua sin hervir, de la picadura de un mosquito; o puede llegar con el trueno enorme, clamoroso al rojo vivo, en el que hemos vivido…».

SINOPSIS: Publicado originariamente en 1950, este fue uno de los últimos libros dados a conocer por Hemingway, la historia de un idilio sin esperanzas en el marco de una Venecia invernal. El protagonista, el coronel Cantwell, un veterano cincuentón enamorado de la joven aristócrata Renata, de diecinueve años, se sabe condenado a muerte a corto plazo y quiere vivir sus últimas horas gozando plenamente de todo. Al otro lado del río y entre los árboles contiene algunos pasajes del mejor Hemingway, que nos hace revivir con una fuerza de sugestión inigualable un universo sensorial hecho de todo lo que se ve, se oye, se huele, se gusta o se palpa. Olores, sabores, sensaciones físicas se convierten en momentos privilegiados descritos con una precisión y fuerza extraordinarios.

BIOGRAFÍA: Ernest Miller Hemingway nació en un suburbio de Chicago en 1899. No tuvo la infancia más feliz. Entre otros desórdenes, su madre, a la que reconoció haber llegado a odiar, le vestía de niña. Contra la voluntad de sus progenitores renunció a los estudios de música y a ir a la universidad, decidiendo trasladarse a Kansas e iniciando así su carrera como reportero. Vivió la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias en el frente italiano, resultando herido. Retornó a EEUU para continuar su trabajo como periodista, hasta que viajó a París, donde conoció el ambiente bohemio de la época. Allí empezó a adquirir fama como novelista. Pertenece, junto a Steinbeck, Fitzgerald, Faulkner y otros, a la llamada Generación Perdida. Participó también en la Guerra Civil Española, simpatizando con el lado republicano. Vivió intensamente, viajó por todo el mundo. Le gustaban el boxeo, los toros, la pesca, el futbol americano. Se casó cuatro veces. Bebía en exceso. En realidad, todo era excesivo en él.

Dentro de su producción, en la que también son importantes los relatos, destacan Fiesta, Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas y la aquí reseñada El viejo y el mar, por la que recibió el Premio Pulitzer en 1953. Un año después fue galardonado con el Nobel de Literatura. En toda su obra, de notable sensibilidad, queda reflejada una existencia llena de aventuras, donde el valor y la nobleza son importantes.

Aquejado de múltiples problemas mentales, que también afectaron a mucha parte de su familia, murió por decisión propia el 2 de julio de 1961.

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Demasiada felicidad

Demasiada felicidad

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Alice Munro
Narrativa – Relatos cortos
Editorial Lumen

ISBN – 9788426418432

Año de esta edición 2010

Páginas 352

 

demasiada-felicidad copyBREVE RESEÑA: Hubo un tiempo en el que, al igual que George Sand se ponía pantalones para pasar de seducida a seductora, las «femmes savantes», no en el sentido irónico de Molière, habían de adoptar aires masculinos si querían que sus talentos fueran aceptados. En el plano científico, hay dos casos especialmente significativos. El primero, el de Sophie Germain, matemática francesa que, bajo el seudónimo de Monsieur le Blanc, pudo cartearse con Lagrange y con Gauss hasta que no tuvo más remedio que revelar su identidad. El segundo, el de Sofía Kovalevskaia de quien se ocupa detenidamente Alice Munro en su libro Demasiada Felicidad. Casada con una especie de cosaco..,«el hombre es inmenso. Pesa ciento veinticinco kilos, repartidos por un cuerpo enorme; como es ruso, a menudo le llaman oso, y también cosaco», la vida de Sofía no fue especialmente feliz, excepción hecha de sus logros en el campo matemático. Trascendental es su encuentro con Weierstrass que quedó tan impresionado por sus dotes matemáticas que, en poco tiempo, pasaron de la relación de profesor/alumno a la de colegas paritarios. Weierstrass tenía cincuenta cuatro años en el momento de conocerla y, aunque ella, además de especialmente brillante, era bella, su relación se mantuvo en un plano estrictamente platónico. Uno piensa que el estudio de las integrales abelianas no es algo que favorezca especialmente la libido. A través de la vida de Sofía, Munro deja caer sus tics feministas, algo constante en su obra, pero aquí más que fundados:…«es tan tacaño que ni siquiera enciende el fuego para ti. Hay leña en la caja, ella ha traído un poco esta mañana. Es más fea que un demonio, por eso no quiere que la conozcas… No deberías hablar así de las mujeres… ¿Y por qué no si quieren ser iguales… Supongo que debería decir “de las personas”». El texto de Munro se deja leer con facilidad, con más de un oportuno flashback que vuelven más amena la lectura. Escribe sin que se le note excesivamente que lo hace, rehuyendo, además, cierta pedantería erudita a la que el asunto podía propender.
«Demasiada felicidad», parece que fueron las últimas palabras de la matemática.

SINOPSIS: Una joven madre recibe consuelo inesperado por la muerte de sus tres hijos, otra mujer reacciona de forma insólita ante la humillación a la que la somete un hombre; otros cuentos describen la crueldad de los niños y los huecos de soledad que se crean en el día a día de la vida de pareja. Como broche de oro, en el último cuento acompañamos a Sofia Kovalevski, una matemática rusa que realmente vivió a mediados del siglo XIX, en su largo peregrinaje a través de Europa en busca de una universidad que admitiera a mujeres como profesoras, y viviremos con ella su historia de amor con un hombre que hizo lo que supo por decepcionarla. Anécdotas en apariencia banales se transforman en las manos de Munro en pura emoción, y su estilo muestra estas emociones sin dificultad, gracias a un talento excepcional que arrastra al lector dentro de las historias casi sin preámbulos.«Ella odiaba la palabra escapismo referida a la ficción. Era más bien la vida real la que merecía ser tildada de escapismo». Estas palabras, pronunciadas por uno de sus personajes, podrían referirse a toda la prosa de Munro, que pasea heridas hondas con inteligencia e ironía, con esa hondura feroz y austera que sorprende a quien lee, como si algo de uno mismo que no sabíamos, que quizá no queríamos saber, de pronto se hubiera deslizado en las páginas de un libro.

BIOGRAFIA: (Wingham, Ontario, 1931). Conocida como la «Chejov canadiense» ella misma se declara en deuda con autoras de la talla de Flannery O Connor, Catherine Anne Porter y Eudora Welty. Alice Munro se ha convertido en una de las grandes escritoras de cuentos del siglo XX, con una obra que comenzó en 1950.
A lo largo de su carrera, Alice Munro ha recibido los premios de mayor prestigio, entre los que cabe destacar el Man Booker International Prize, el National Book Critics Circle estadounidense, el Governor General’s Literary Awards y en España el Premio Reino de Redonda en 2005. El Peremio Nobel de Literatura 2013 viene a reconcer el enorme talento de una de las escritoras canadienses más importantes de toda la historia.

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Cela: un cadáver exquisito

Cela: un cadáver exquisito

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Francisco Umbral
Biográfico
Editorial Planeta

ISBN – 9788408043409

Año de esta edición 2002

Páginas 224

 

 

cela un cadáver exquisitoBREVE RESEÑA: Uno no sabe si detrás de «exquisito» se oculta la multiplicidad etimológica de esta palabra, a saber: escudriñado, escogido, escrutado y hasta rebuscado. Sea como fuera, lo cierto es que Camilo, enterrado junto a un olivo, no escuchará nunca del Giocondo aquella dolorosa elegía: «yo quiero ser llorando el hortelano…». La pluma canalla, canallesca, encanallada de Paco Umbral se aviene bien a aquella declaración de Gide: «no se hace buena literatura con los buenos sentimientos».
A lo largo del libro encontramos una deliberada ambigüedad que parece entroncar con aquella freudiana «ambivalencia de los sentimientos». La admiración: «con Mazurca para dos muertos consigue Cela su mejor novela de la guerra, siempre a mucha distancia de la guerra, pero utilizándola como fondo y como manadero de odios y fanatismos en la vida española, en la vida aldeana de Galicia». Pero, igualmente, la reticencia: «hoy domingo 4 de marzo de 2001, artículo de Cela en el hueco de ABC, mal ilustrado como de costumbre. ¿De qué habla? Ni se sabe. De todo y nada. Un muerto, una viuda, unos personales que nos suenan a sabidos, un tren, una mujer que conserva sus pechos en sal, unos cuántos nombres complicados, supuestamente graciosos, también consabidos. Cela me ha dicho más de una vez que él no hace artículos, que hace otra cosa que no se sabe lo que es».
Paco Umbral es un «ser de lejanías» pero, a la par, un ser de proximidad siempre atento a captar las peculiaridades del amigo/rival: «salvo una novia imaginaria, irreal, que él saca en San Camilo y otros títulos, Cela no se le conocen amores formales, burgueses, sino que pasa directamente a ser el marido de la Vasca y un famoso follador de las españas».

SINOPSIS: El premio Nobel desde la óptica del premio Cervantes. Sinopsis: «Para escribir este libro he ido recogiendo notas como un trapero de mí mismo». Paco Umbral, amigo íntimo de Cela, se sobrepuso a la noticia de su fallecimiento y de inmediato, comenzó a hurgar en sus recuerdos…

BIOGRAFIA: (Madrid, 1935-2007) Nació en Madrid aunque desde muy joven residió en Valladolid, donde se inició como periodista bajo el magisterio del escritor Miguel Delibes. Trabajó de botones en un banco a los 14 años y publicó sus primeros textos en el diario vallisoletano El Norte de Castilla. De formación autodidacta, en el año 1961 es enviado a Madrid como corresponsal, convirtiéndose en un cronista de prestigio. Doctor ‘honoris causa’ de la Universidad Complutense en 1996, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en el 2000 recibió el Premio Cervantes.

@lecturaderamon