La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards

La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards
Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz

Jorge Edwards

Biográfica

Editorial Tusquets

ISBN – 978-84-90660997

Año de esta edición: 2015

Páginas 288

la muerte de montaigne copiaBREVE RESEÑA: Esta reseña, en cierto sentido está conectada con la anterior que escribí: esa extraña inclinación que tienen-tenemos-los-hombres a fijarnos siempre en chicas jóvenes y atractivas. MONTAIGNE ENTRE VISILLOS: Sería muy conveniente que los hombres mayores se enamoraran de mujeres todavía mayores que ellos para que pudieran ejercer con ellas lo que los griegos llamaron philia, contrapuesto, como es sabido, al eros. Pero mucho me temo que esto raramente sucede y, si así fuera, ellas no se sentirían especialmente halagadas.

En el caso de Montaigne, si hemos de creer a Jorge Edwards, no fue lo que ocurrió. Siguiendo una larga tradición, que va desde Abelardo y Eloisa a Heidegger y Arendt, el autor francés, ya cincuentón, se enamoró perdidamente de una admiradora suya, Marie de Gournay. Casi resulta innecesario señalar que también es muy común que los admirados pretendan extender este sentimiento hasta sus atributos físicos, lo que parece muy probable en el caso del autor francés, aunque él muy circunspectamente la llamó siempre «mi ahijada».

Comparado con sus dos ilustres contemporáneos, Decartes y Pascal, desde un punto de vista filosófico, Montaigne no pasaría de alumno aventajado. No hay nada nuevo en su filosofía, que no sea una versión más refinada del viejo escepticismo. Hay, sin embargo, algo muy meritorio en el autor francés: su estilo.

Prosigue una vieja tradición filosófica en la que habría que citar a Cicerón, Lucrecio, Marco Aurelio, Agustín de Hipona, en la que la exposición filosófica va unida a una extraordinaria habilidad literaria. No ha de extrañarnos, entonces, que Montaigne haya despertado un gran interés entre aquellos que conciben la filosofía-Savater —podría ser un ejemplo— como algo puramente ensayístico.

El que una novela en la que prácticamente no ocurre nada y lo poco que sucede resulte ya previsible, nos entretenga y nos divierta, indica mucho a favor de ella. Este es el caso de La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards, donde el autor chileno examina la obra del gran ensayista, nos ofrece la visión que sobre él y sobre Enrique III y Enrique IV tenía el gran historiador Michelet, a la par que nos proporciona datos de la creación de la misma y del propio autor. Como en el caso de Montaigne, deriva de una gran facilidad para el hoy un tanto menospreciado «arte de escribir».

Montaigne es un autor que, al contrario de lo que sucede con la mayor parte de los escritores de su época, no rehuye lo fisiológico, sino que, en más de una ocasión, parece recrearse en ello. A lo largo de los ensayos aparecen continuas alusiones, muy directas, a la sexualidad. Es igualmente digno de resaltar el menosprecio del autor por los honores y por la parafernalia del poder: «Et au plus eslevé throne du monde si ne sommes nous asis que sus notre cul» [«En el trono más elevado del mundo estamos sentados sobre nuestro culo»].

SINOPSIS: Un magistral juego literario entre el pasado aparentemente remoto de Montaigne y el presente, entre la investigación y la narración. En 1588, Michel de Montaigne, que es ya un filósofo respetado, conoce en París a una joven admiradora de su obra, Marie de Gournay. Y Montaigne, que tiene por entonces cincuenta y cinco años y está «bien casado», inicia una misteriosa relación con la exaltada Marie. Para reconstruir esa pasión crepuscular, Jorge Edwards rastrea al Montaigne público y privado, y mientras aplica la lección vital de Montaigne a su propia realidad, la de la infancia y la actual, Edwards ilumina los aspectos más relevantes, curiosos, a menudo sensuales y, sobre todo, modernos del —ahora ya plenamente— novelesco personaje.

BIOGRAFIA: Jorge Edwards, 1931, narrador y periodista chileno, nacido en Santiago. Es abogado y se ha desempeñado como diplomático, en París junto a Pablo Neruda y en la Cuba de Fidel Castro. Al comienzo del gobierno de Augusto Pinochet residió en España (1973-1978). Ha escrito numerosa obra periodística en Chile y otros países, así como varios libros de cuentos, donde trasunta fieles observaciones sobre la sociedad chilena tradicional y decadente. Sus novelas, siguiendo el modelo de la crónica y el realismo, trazan vastos cuadros de la vida chilena en distintos momentos de nuestro siglo. En 1994, recibió el Premio Nacional de Literatura.

@lecturaderamon

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