by Ramón Cerdá | Jul 21, 2016 | Artículos Literarios, Blog |
Reseña escrita por Antonio Mateos Muñoz
Pseudoreseña del Diario político y sentimental de Francisco Umbral
Creo que pocos han hecho tanto como Proust sobre la salvación por la literatura. Su vasta obra, en efecto, À la recherche du temps perdu, que tantos elogian y tan pocos leen, es una especie de desesperado antídoto contra el tiempo y sus ravages.
Los únicos que tal vez lo superen en este sentido, son los autores de diarios. A fin de cuentas, un diario no es otra cosa que una verdadera sustitución de la vida o, quizás, sería mejor decir decir, una duplicación de la misma. El diarista se centra casi exclusivamente en su propia vida, busca a ese más que hipotético lector ideal y, con su obra, procura que esta salga ganando mucho.
Mi primera lectura de diarios fueron las famosas Confesiones de Agustín de Hipona. Casi he olvidado toda aquella aguda arquitectura sobre el concepto de tiempo, aunque fue motivo de un trabajo mío. Recuerdo, sin embargo, el famoso capítulo sobre el robo de las manzanas que a tan severo santo le llenó toda su vida de pesar. Russell en su Historia de la Filosofía Occidental se mofa de este hecho y asegura que la insistencia de Agustín en el pecado fue consecuencia del mismo. Uno considera muy conveniente que los niños no roben, si a cambio se ven obligados a admitir que aquellos que no hayan sido bautizados irán directamente al infierno, como suponía el santo de Hipona.
A ella siguieron las de Rousseau que, aligeradas del sentido del pecado, son un verdadero retrato del sensiblero ginebrino, más por lo que ocultan que por lo que muestran. No es extraño que acabara peleándose con todos los enciclopedistas y que hasta llegara a agotar la paciencia del flemático Hume.
Las trece mil páginas del Diario de Amiel son un verdadero cebo para todos los tímidos, entre los que me encuentro, aunque Marañón se esforzara en presentarlo como un hipersexual. Uno lo consideraría el más esforzado paladín de este género, si no fuera porque Trapiello, a lo que parece, lo superará en páginas.
A veces el diario atrae por el puro cotilleo. Las Mémoires d`une fille rangée abundan en esto mismo. Beauvoir nos cuenta sus amores universitarios, el famoso encuentro con le divin Sartre, junto a algún sabroso incidente. Recuerdo el de aquel estudiante, rubísimo y muy guapo —creo que se llamaba Marco— con el que todas las chicas se querían ir a la cama. En poco tiempo, sin embargo, pasados los esplendores de su belleza, suplicaba por alguien que quisiera acompañarlo por la noche. Que haya permanecido en mi memoria lo achaco a la época en que leí el libro: veinteañero y, aunque no guapo, temeroso de sufrir el mismo destino.
No se extrañen entonces de que mi última lectura sea justamente un diario: Diario político y sentimental de Francisco Umbral (Planeta 1999). No me extenderé sobre el mismo porque al vallisoletano le he dedicado algunas páginas en mi libro, De nóbeles y Cervantes —hay que aprovechar la ocasión para hacer marketing—. En él encontramos la múltiple prosa de Umbral, un tanto reposada por la edad. Su extraordinaria capacidad para evocar sensaciones: «Lo que de verdad busco, lo que muerdo es chocolate rancio, ah del pasado, el desorden cocotte de las verduras, los tarros de aceitunas como ojos y las tortas de Alcázar, el sabor cande de las viejas tardes, nada de eso respira en la nevera, un paralelepípedo de hielo, sino que hay que venir a esta despensa, al rincón más aldeano de la casa, para probar licores como sangre de vírgenes antiguas, el dulzor verdelís de las manzanas y ese sabor dormido del anís». Su sentido festivo e irónico: «Raphael celebra su 35 aniversario como artista con un álbum y un tour mundial, que hoy me comunica. El Rapa es viejo amigo desde que solo compraba cuadros a Tino Grandío, como doña Carmen Polo de Franco. Tenía el estudio de soltero lleno de fotos de doña Carmen y cuadros de Grandío, el gallego que murió de cáncer de picha».
by Ramón Cerdá | Dec 27, 2015 | Artículos Literarios, Blog, Miguel Ángel Plana Fernández, Reseñas |
Un artículo literario de Miguel Ángel Plana
EL DESTINO DE LOS HOMBRES
por Miguel Ángel Plana
Hace algunos años escribí un relato titulado El guion, donde unos mecanógrafos ciegos tecleaban incesantemente en unas viejas máquinas de escribir bajo la supervisión de un anciano que revisaba y hacía correcciones en los textos. Todos ellos encerrados en una fría habitación blanca con una estrecha puerta por la que entraba y salía el viejo. A veces las serendipias, o sincronicidades, se producen. Unos días más tarde comenzaba a leer La biblioteca de los muertos de Glenn Cooper.
Cooper es americano y nació en 1953. Es el prototipo del best-selling author con más de seis millones de copias traducidas a más de treinta idiomas. Su saga más popular, la de las andanzas apocalípticas de Will Piper, está siendo adaptada como serie de televisión.
Sus inicios profesionales están muy alejados de su carrera literaria actual. Investigador en diversos laboratorios farmacéuticos, comenzó a escribir para encontrar cierto equilibrio entre los rigores de su carrera científica y su lado más creativo. Empezó desarrollando guiones para futuros proyectos cinematográficos o televisivos que no han visto la luz hasta la fecha. Su primera novela salió en 2009, fecha a partir de la cual parece tomarse más en serio esta otra faceta suya, sobre todo debido a que muchas de las empresas de desarrollo médico a las que pertenecía tuvieron que cerrar sus puertas. Curiosamente, al igual que otros autores, amparados en su segunda profesión científica, han utilizado sus conocimientos para redactar textos imbuidos de ciencia y avances médicos, en cierto modo, de crear techno-thrillers, Cooper se ha volcado más en los enigmas históricos religiosos y el misterio, con una visión casi apocalíptica, muy preocupado por el futuro de la humanidad y del planeta, por el destino de los hombres en definitiva. Por lo tanto, uno de los temas recurrentes en su bibliografía va a ser siempre fe vs. ciencia. Al mismo tiempo, y dentro de una tónica general puesta muy de moda en las últimas décadas, los enigmas históricos también pueden ser punto de partida de sus historias. La conjura histórica manda.
Veamos algunos de sus títulos y sus inquietudes. Otras de sus obras, más allá de la trilogía que le ha dado la fama, son:
-La llave del destino (The Tenth Chamber, 2012). Nuevamente un misterio arqueológico, una abadía arcana, y el secreto de la inmortalidad. Como en su exitosa saga, se mezclarán pasado y futuro.
-El último día (Near Death, 2014). Policíaco para descubrir qué existe después de la muerte. Tal vez demasiado ambiciosa.
-La piedra de fuego (The Resurrection Marker, 2014). Para mí, el único tropiezo en su carrera. Repetir tema y recurrir al facilón reclamo, una vez más, del tan traído y llevado Santo Grial. Al menos se desarrolla en territorio nacional.
-La marca del diablo (The Devil will come, 2015). San Malaquías, las profecías de los papas, otra vez el fin de los tiempos…
Así se presentaba en su salida, la novela: «1139. Al mirar el cielo después del eclipse, el obispo Malaquías tiene una lúcida visión de lo que va a suceder. Ciento doce estrellas brillan sobre la bóveda. Ciento doce papas desde Celestino II hasta el final de la Iglesia. Hasta que los suyos se hagan con el poder. Roma, 2002. La joven arqueóloga Elisabetta Celestino recibe la noticia de que el Vaticano le prohíbe seguir explorando las catacumbas de San Calixto, donde se ha realizado un extraño hallazgo. Pero, años después, cuando está a punto de realizarse un nuevo cónclave para elegir el que será el papa ciento doce, unos cadáveres han aparecido en esas mismas catacumbas: hombres y mujeres que llevan siglos enterrados y que presentan una extraña anomalía genética».
Cooper vuelve a recuperar el buen pulso con el que comenzó, y esta última novela está a la altura de las dos primeras que, he de reconocer, me mantuvieron pegado a sus páginas hasta que terminé de leerlas. Con un ritmo trepidante, casi cinematográfico, la acción te transporta con la imaginación y lo único que deseas es llegar a buen puerto y conocer el final. Esa sensación, casi vital, de terminar el texto cuanto antes, la he experimentado en pocas ocasiones. Curiosamente, la última que mejor recuerdo fue el descubrimiento de El Código Da Vinci.
Con la publicación de su primera novela, La biblioteca de los muertos, da inicio a una serie, que, conforme avanza, va resultando cada vez menos interesante y más traída por los pelos. La conclusión de la tercera novela no es lo suficientemente definitiva como para no anunciar con el tiempo una cuarta. En el primer libro, una atractiva mezcla de intriga policial e histórica, a la que no le perjudica en nada los necesarios saltos en el tiempo, se hace, como decía más arriba, imposible levantar la mirada de las páginas hasta concluir su lectura. Ese mismo efecto produce que, automáticamente, tengas la necesidad compulsiva de leer el segundo volumen de la serie. Muchas preguntas quedaron sin respuesta. ¿Quién se resistiría a conocer la fecha de su muerte?
«Bretaña, siglo VII. En la abadía de Vectis crece Octavus, un niño al que le auguran poderes diabólicos. Octavus no tarda en empezar a escribir una lista de nombres y fechas sin ningún sentido aparente. Pero poco después, cuando una muerte en la abadía coincide con un nombre y una fecha de la lista, el miedo se apodera de los monjes.
Nueva York, en la actualidad. Un asesino en serie tiene atemorizada a toda la ciudad. Poco antes de morir, las víctimas reciben una postal con la fecha de su muerte escrita. ¿Quién está detrás de estas muertes? Un secreto escalofriante, oculto desde hace siglos, está a punto de ser revelado».
Esta era la impactante presentación en sociedad de todo el tinglado. Claro está que, a partir del segundo volumen, queda por ver qué gobierno es el que va a poseer el secreto y qué es lo que va a hacer con él. Esta subtrama será la protagonista de la segunda novela, y en parte de la tercera. Por el medio, y para no perder el contacto comercial con el fenómeno, Cooper escribió un relato titulado La hora de la verdad ambientado en el universo de incógnitas por él creado, pero con más relación con el aspecto policial de la serie.
Lo cierto es que la idea argumental hubiera dado para otro tipo de tratamiento, o para varias opciones más intimistas y menos ambiciosas. Pero el asunto funciona. La última novela, personalmente, me parece innecesaria. Es como esas películas de terror en las que el asesino ultraterreno que parece muerto vuelve a la vida una y otra vez. Es rizar demasiado el rizo. Casi sin argumento de interés, forzado y más breve que el resto de las novelas. La serie, en total consta de los siguientes títulos: La biblioteca de los muertos (Library of the Dead, 2009 -2010 en nuestro país-), El libro de las almas (Book of Souls, 2010 -2011-), El fin de los escribas (The Keepers of the Library, 2013 -en nuestro país también-). Como nexo entre la segunda y la tercera novela, se publicó únicamente en digital, y gratuito, La hora de la verdad, a la espera del desenlace de la serie y con el tema del secretismo conspiracional de la biblioteca medieval y el mítico Área 51 de fondo.
El protagonista de todas estas historias es el agente del FBI Will Piper, e, indirectamente, su familia. El típico héroe americano rebelde y autosuficiente a la vez.
En la actualidad, Cooper trabaja sobre una nueva saga iniciada con Down-Pinhole, saludada por la crítica como un cruce entre El infierno de Dante y Juego de Tronos. El autor explora aquí nuevos terrenos, igual de trascendentales en torno al infierno y la naturaleza del mal. Otra épica trilogía que continúa con Down-Portal y Down-Floodgate. Todas las historias se encuentran en consonancia con la actual crisis global. Comenzada este mismo año, sigue el mismo esquema argumental que la celebrada saga de Will Piper, mezclando el policíaco y la intriga histórica conspiranoíca transcendental. A buen seguro un nuevo triunfo del autor e igual de absorbente. Un servidor no se la piensa perder. Aún no existe traducción en castellano. Son del 2015, pero ya puedes disfrutarlas a un buen precio en Kindle-Amazon (si dominas el inglés, sea bajito o no).
@lecturaderamon
by Ramón Cerdá | Nov 15, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
Sí, en serio, ¡NO LA LEÁIS!, al menos si optáis por hacerle caso a Marta, una lectora muy peculiar que quedó atormentada tras la finalización de su lectura (espero que se haya recuperado). Esto es lo que dice en Amazon sobre RECUERDOS:
¡No la leáis!
Es horrible.
No la recomiendo para nada.
El final me dejó tal sabor de boca que todavía me atormenta. Es un tema muy morboso y asqueroso, además de ilegal.
Hace muchos años que tengo asumido que mis novelas no pueden gustar a todos y, por lo tanto, respeto las opiniones negativas. De hecho no he solicitado la eliminación del comentario a Amazon y, además, le doy difusión por mis medios. Lo que nunca he entendido es que existan lectores que hagan comentarios tan categóricos cuando de una opinión personal se trata. Si por Marta fuera, mi novela sería prohibida e iría directamente a la hoguera, como si estuviéramos en la era de la Inquisición, o cuando las juventudes hitlerianas destruían todo lo que no querían que leyésemos. Eso es lo único que me puede molestar; no el hecho de que le haya gustado o no.
Ahora bien, no puedo dejar de hacer unos comentarios obvios:
1.- Si el tema es tan morboso y asqueroso… además de ilegal… ¿cómo no se dio cuenta de ello y la terminó? Si una novela es tan horrible como nos cuenta Marta… ¿Por qué seguir leyéndola hasta el final?
2.- Por suerte no hace ningún spoiler del final y no nos cuenta qué es eso que tanto la ha atormentado.
RECUERDOS no es mi preferida, pero sí es, curiosamente y con diferencia, la más vendida y leída, además de haber sido seleccionada para la SENSUAL COLLECTION, que se distribuyó en España y en México. Solo en papel, la novela ha tenido un alcance de más de 80.000 ejemplares, sin contar con todos los lectores, incluyendo Marta, que ha tenido gracias a su versión electrónica.
Solo me queda darle las gracias a Marta por haberla leído enterita.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Sep 29, 2015 | Artículos Literarios, Blog, Miguel Ángel Plana Fernández, Reseñas |
Un artículo literario de Miguel Ángel Plana
El departamento de homicidios (1) de Lev Demidov
Su primera novela, El niño 44, causó un gran revuelo en la Feria del Libro de Londres en 2008. Después de una guerra de ofertas, se vendió a 22 países y Ridley Scott compró los derechos de adaptación, aunque el film ha tardado algunos años en ver la luz.
De madre sueca y padre británico, Tom Rob Smith trabajó en la televisión tras completar sus estudios universitarios y ampliarlos en escritura creativa. Aquella tímida iniciativa como guionista para una serie de corte histórico, más el universo críptico de sus novelas ambientadas en la Rusia de los Soviets, le han hecho volver con más ímpetu al medio que le vio nacer con una serie de espionaje ambientada en su Londres natal.
Tom Rob Smith
Mientras trabajaba para la BBC se fue documentando para parir su primera novela. El niño 44, se inspirada en el caso del asesino en serie soviético Andrei Chikatilo. Smith logró multitud de premios con su debú.
Si bien sus primeros escarceos literarios en la televisión no se alejan demasiado de las series de médico y hospitales al uso (Doctors, ambientada en un hospital de Birmingham) , y, si bien la primera edición de Archipiélago Gulag vio la luz en su país natal antes de que naciera, una temprana lectura del texto fue lo que le marcó para escribir sus novelas protagonizadas por Lev Demidov y el convulso marco histórico, social y político de la Unión Soviética antes de la caída del muro. Sus historias pretenden ser un ambicioso fresco que, a través de los ojos de su protagonista, nos muestran esa historia vivida en las carnes de sus propios individuos. Para ello ha sabido conjugar la literatura de espías con la policial. No cabe duda de que no es el primero, ni posiblemente será el último. A la memoria me viene la extraordinaria y exitosa novela de Martin Cruz Smith, Gorky Park, y sus historias protagonizadas por Arkady Renko. Es interesante la comparativa puesto que Cruz Smith ya mantiene (a través de sus personajes rusos) el supuesto de que los asesinos en serie son un mal capitalista, algo que también postula la primera novela de Demidov y, por supuesto, las autoridades de la época de los crímenes de Chikatilo (inspiración del asesino en serie de El niño 44), algo que, por lo demás, impidió la captura del criminal antes de lo debido y le permitió cometer más tropelías.
Como ya hemos avanzado la primera novela de trilogía está ambientada en la época de auge y caída del stalinismo y su complejo entramado político y social, de servicios secretos y represalias gubernamentales, con un prólogo sobre las consecuencias y la supervivencia en la Segunda Guerra Mundial. Con un aparato de gobierno totalitario y centrado en el culto a un hombre, donde se detallan todas las miserias y tragedias del pueblo llano, e incluso la paranoia de los altos cargos que no dejaban títere con cabeza. Una atmósfera terriblemente claustrofóbica y dramática, donde Lev Demidov tiene que luchar contra camaradas envidiosos de su éxito y contra un sistema que se niega a creer en la existencia de un asesino en serie. Tras la resolución satisfactoria del caso le premian, para tenerlo callado, con la creación de un departamento especial, a su cargo, dedicado a investigar estos casos. Pero el pasado no tardará en hacer acto de presencia, tras la caída de Stalin, y, en plena guerra fría, Demidov tendrá que responder de muchos actos de los que hace tiempo se arrepintió.
Prácticamente el mismo año de su publicación, el primer libro vio la luz en nuestro país, de la mano de Espasa. El texto es duro de leer, pero adictivo. Con unos personajes muy bien definidos y un ritmo trepidante y frenético, con diversos giros argumentales que la hacen todavía más interesante.
La siguiente novela, originalmente de 2009, El discurso secreto, se editó en España un año más tarde, también por parte de Espasa.
Durante el mandato de Khrushchev, el nacionalismo sufrió un duró conflicto interno entre la asunción las lacras del stalinismo y su permisión por parte de la ciudadanía y la clase dirigente. Ese conflicto interno, metafóricamente manifestado a través de un «discurso secreto», hace también mella en Demidov, con su pasado a cuestas y su futuro familiar. Sus violentas acciones y crímenes anteriores, pasarán factura. Como metafóricamente sucedería con el gobierno anterior. Las críticas no fueron tan buenas y fue acusado de rutinario y confuso. Es posible que esa sea la razón por la que la última entrega de la serie, Agent 6, escrita en 2011, no haya visto todavía la luz en castellano. Nos encontramos ante un texto y una trama más compleja que en las anteriores historias, con elementos que, buceando en la política de los tres últimos decenios, veremos que aunque aquí sean meramente unos apuntes anecdóticos, aunque con peso en la trama, irán perfilando, en realidad, el futuro de la Unión Soviética.
Su última novela hasta la fecha, y ya alejado de la saga Demidov de la que, no dudamos, habrá más entregas, ha sido The farm, muy en la línea de John Le Carré, otra de sus influencias más patentes. Pendiente de ser publicada en nuestro país, la crítica la ha recibido con muy buenos adjetivos.
Un Tom Hardy en alza es Lev Demidov. Respecto a la adaptación cinematográfica de El niño 44 hay que decir que, pese a haber sido guionizada por el excelente novelista y guionista Richard Price (2), no le hace justicia, y precisamente por la pretendida fidelidad al texto original, por haber querido ser tan rigurosa. Sabíamos también que no iba a ser la típica historia de psychokiller, ni una biografía al uso de Chikatilo (3) (ahí está la modélica Ciudadano X) (4). Rob Smith crea, a lo largo de su saga, y con la coartada criminalística de fondo, un profundo y fiel reflejo del marco político-social de finales del stalinismo hasta la caída del muro y más allá… Price, sin embargo, no profundiza en ese
El auténtico Chicatilo
mismo discurso, elabora una serie de tópicos de la guerra fría y centra la historia en la peripecia vital del matrimonio empeñado en capturar al asesino a toda costa, siendo perseguidos enconadamente, a su vez, por un rival de Demidov, que envidia y codicia lo que tiene y tuvo. Lo mejor de la función es la interpretación de Noomi Rapace, cada vez más suelta y madura como intérprete. Y, por supuesto, el gran Gary Oldman, últimamente veterano secundario, totalmente desaprovechado como personaje. No se nos cuenta nada sobre el asesino, es una sombra, no sabemos nada de él, ni lo que hace por qué lo hace… Y, lo peor de todo, es que la supuesta relación entre asesino y perseguidor, está apenas esbozada y carente de clímax en el reconocimiento-encuentro final. Me decepcionó. Eso sí, no cabe la más mínima duda que Tom Hardy es el actor de moda. No es un thriller, no es un policíaco, no es un film político discursivo, es un poco de todo y mucho de nada, se queda a mitad de camino.
(1) Idea también aprovechada por gran parte de la narrativa policíaca nórdica actual. Con la diferencia de que, si en estos casos, imita al género americano, con el protagonismo desigual de diversos agentes, en el caso de Rob Smith, podríamos decir que su hombre-orquesta se acerca más al clasicismo de la novela negra (una especie de detective privado, con pocos medios e ingenio, en lucha sólo contra el sistema).
(2) Las pandillas del Bronx, El color del dinero…
(3) En cualquier web dedicada a estos menesteres puedes encontrar la biografía y los crímenes de Chikatilo.
(4) Realizada para la televisión en 1995, bajo la dirección de Chris Gerolmo y con la interpretación de Donald Sutherland, Max Von Sydow, Stephen Rea, Joss Ackland y Jeffrey DeMunn.
by Ramón Cerdá | Sep 17, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
¿Eres aficionado al cine? ¿Te gustan las películas de Stanley Kubrick? ¿Qué me dices de El resplandor? Jack Torrance, magníficamente interpretado por Jack Nicholson (pese a que Stephen King nunca le gustó esta adaptación) pierde la razón en el Hotel Overlook. Todos los que hemos visto esta película recordamos la escena en la que su mujer descubre lo que realmente está escribiendo Torrance (ver video al pie del post).
La novela póstuma de Jack Torrance ya está aquí
All work and no play makes Jack a dull boy
Mucho trabajo y nada de juego hacen de Jack un chico aburrido, es el largo título de la novela inacabada que Jack Torrance escribió durante su tormentosa estancia invernal en el Overlook Hotel. Lo que realmente pasaba en el interior de la mente de Torrance mientras acumulaba folios escritos de manera caótica en su bandeja de plástico al lado de su vieja máquina de escribir, solo él podía saberlo. Treinta y cinco años después, esta es la edición de aquella —que pudo convertirse en mítica— novela.
Este proyecto, solo para frikis, lo empecé hace cinco años, cuando preparé la publicación de esta «novela» con la traducción propuesta por Kubrick para el español: No por mucho madrugar amanece más temprano, pero con el treinta aniversario del estreno, el festival de Sitges preparó una edición promocional similar, de manera que, pese a tenerlo terminado, lo aparqué indefinidamente.
Cinco años después me ha picado el gusanillo de esas cosas inacabadas que no dejan de dar vueltas en la cabeza y he querido hacer este pequeño homenaje a Kubrick con una edición de lujo en tapa dura, pero con la traducción literal del texto en inglés: Mucho trabajo y nada de juego hacen de Jack un chico aburrido. Es una edición MUY, MUY, limitada, que solo estará disponible en este formato de tapa dura (12 euros, portes España incluidos), así que si quieres ser uno de los pocos que la tengan, la puedes conseguir en la sección de la tienda.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Aug 27, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
La noticia no es nueva, creo que hace algo más de un año que se sacaron esta norma de debajo de la manga. Los presos británicos ya no pueden recibir paquetes con libros desde el exterior. No es estrictamente una prohibición de leer, pero casi, porque las bibliotecas carcelarias no suelen estar muy surtidas y parece ser que las británicas aún lo están menos.
Teniendo en cuenta las horas que pasa un preso en la celda y en el patio, privarlo de la posibilidad de leer es aberrante, además de que va contra la reinserción que es, se supone, lo que se busca. Cierto que no todos los presos leen, pero privar a una persona de la lectura, cuando ya se le ha privado de la libertad, es un doble castigo sin justificación.
¿Prohibido recibir libros? Una atrocidad
Está prohibido recibir libros del exterior en las cárceles británicas
Los presos no solo han de poder leer, sino que deberían poder leer cualquier libro, sin censuras de ningún tipo. Los funcionarios alegan que es por seguridad, para que no se les pase droga o cualquier otra cosa con los libros, pero eso es muy fácil de detectar; al fin y al cabo abren todos los paquetes que vienen del exterior (al menos en España lo hacen) y pueden verificar el contenido de los libros.
A estos ingleses yo los hacía más listos, y lo que más me preocupa de estas cosas es que luego las utilizan otros para justificarse. Si en España se les ocurre prohibir la lectura en los centros penitenciarios, seguro que empiezan diciendo eso tan manido de «en otros países de nuestro entorno ya lo hacen».
Sobre esto opinó el periodista nigeriano Kunle Ajibade, que estuvo encerrado en una prisión «que olía a carne podrida, a excrementos, a orina» pero no estaba prohibido recibir libros: «Yo soy testigo de lo terapéuticos que son los libros en momentos de oscuridad. ¿Es posible que alguien a quien realmente le preocupe la humanidad quiera negarle a un prisionero fortaleza para la mente?».
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Aug 12, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
En las novelas, a menudo, además de los diálogos y de las intervenciones de los distintos narradores, se desarrolla parte de la trama transcribiendo los pensamientos de alguno de los personajes, muchas veces como contrapunto a lo que dice: el personaje expresa una cosa, pero piensa otra distinta.
Lo que dice la RAE al respecto en la edición de Ortografía de la lengua española [Espasa 2010], es lo siguiente:
«Se emplean las comillas para enmarcar, en las obras literarias de carácter narrativo, los textos que reproducen de forma directa los pensamientos de los personajes».
¿Quiere eso decir que siempre hemos de usar ese método para el resalte de los pensamientos de nuestros personajes?, personalmente creo que no, al menos no cuando esos pensamientos son relativamente largos o aparecen de manera bastante asidua a lo largo del texto. El entrecomillado resulta más confuso y creo que las cursivas son más eficaces en esos casos, cosa muy estandarizada en las ediciones en inglés, y también en algunas traducciones de esas obras al español. Un ejemplo bastante clásico de lo que digo son las obras de Stephen King: Cujo, It, Montado en la bala, Cementerio de animales o Insomnia son algunas de las novelas en las que aparecen los pensamientos en cursiva (hablo de las traducciones al español, y por supuesto de sus originales en inglés).
Curiosamente, Plaza & Janés, que es el principal editor de las obras de King en España, hace algún tiempo que cambió de criterio y ya no usa las cursivas en las traducciones, sino que las ha sustituido por los entrecomillados:
«[…] se pasaron a comillas y redonda los pasajes que en el texto estaban en cursiva, de la misma manera que en castellano se marcan los diálogos con guiones y no comillas, como suele hacerse en inglés. Se trata de un criterio editorial»
Como dicen, es un criterio editorial, que de hecho, antes era distinto. Imagino que lo han hecho para adaptarse algo más a los criterios de la RAE, y no me parece mal, pero eso no quiere decir que esté mal usar las cursivas. Personalmente suelo amoldarme mucho a los cambios de criterios de la RAE, pero en este caso prefiero seguir escribiendo mis novelas usando las cursivas para los pensamientos de los personajes.
¿Pero está bien o está mal?
Las cursivas tienen unos usos un tanto flexibles, y uno de ellos, indicado en El libro del español correcto [Espasa 2012], dice que se usa en «Aquellas palabras o partes de una palabra que el autor quiere resaltar de alguna manera». Esto deja mucho en manos del autor, y mientras no se abuse de las cursivas, me parece una buena opción para transcribir los pensamientos de los personajes de las novelas, aunque al final siempre será la editorial quien decidirá cómo publicar el libro.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Aug 8, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
Lo primero que quería matizar es el concepto de escritor independiente; desde luego, yo me considero como tal porque no dependo de ninguna editorial, aunque en estos momentos tengo cedidos los derechos parciales de dos obras a dos editoriales distintas, una española y otra italiana. En cualquier caso, la cesión de derechos es parcial y puedo seguir disponiendo de esas dos obras en según qué ámbitos. Por lo demás, el resto de mis libros están libres de derechos y los manejo a discreción. Eso, evidentemente, es independencia porque los edito y distribuyo según mi propio criterio, además de no descartar firmar algún contrato esporádico con editoriales si las condiciones son óptimas. Pero cuando se habla de escritores independientes, puede que algunos de los que publican en editoriales tradicionales se sientan ofendidos puesto que también se sienten independientes, porque escriben lo que quieren y no siguen las directrices de la editorial para realizar su obra. Sí, a eso también se le puede llamar escritor independiente, no digo que no, pero yo me estaba refiriendo más a lo primero, a aquellos escritores que, se autopubliquen o no, no tienen firmados contratos en exclusiva con editoriales.
En cuanto al concepto «perverso», me refiero a una de las acepciones del diccionario: «Que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas».
El origen del término independiente relacionado con las obras artísticas
El término «independiente» ya se usó en el siglo XIX para un grupo de pintores de Francia a los que no se les permitía exponer en el Salón de París. De ahí surgió una agrupación para exponer por su cuenta en 1863; una especie de exposición alternativa o independiente, como se la quiera llamar. Fue algo más tarde, ya en el siglo XX cuando esa «independencia» artística, se extendió a otras expresiones y se la empezó a llamar «indie», un término que Amazon rescató no hace mucho para unas determinadas publicaciones de libros electrónicos. De hecho yo creo que figuro como autor indie en Amazon.
Son ahora esos autores (debería decir somos) los que, saltándose los canales tradicionales, se presentan directamente al lector, publicando y promocionando sus obras de manera independiente, porque las editoriales tradicionales se arriesgan muy poco con esos autores, entre otras cosas porque no es fácil distinguir entre tanto maremágnum, qué puede ser comercialmente rentable y qué no. Hay ciertas excepciones y algunas editoriales han rescatado a un determinado número de autores de Amazon para incluirlos entre los de su catálogo, pero han sido pocos y algunos de esos pocos, tras una primera publicación, han desaparecido de nuevo de sus catálogos. Llegado a este punto también quiero añadir que alguno de esos autores (se pueden encontrar testimonios en internet) se ha sentido engañado porque no le iba tan mal en su independencia y, al firmar el contrato en exclusiva con la editorial, la promoción de sus libros ha bajado al quedar diluida en el gran catálogo, llegando a la paradoja de vender menos de lo que vendía antes siendo independiente. Una de las estrategias de promoción en esos casos es realizar una especie de rueda de autopromoción, haciendo hablar bien de las obras de todos ellos… a todos ellos. Unos hablan del las obras de otros y otros de las de uno, todo orquestado por la editorial a la que no le cuesta un duro este tipo de promoción cruzada y que además, los utiliza también para que promocionen otras obras de su catálogo. Un efecto perverso inspirado en lo que muchos autores independientes hacen en Amazon «intercambiando» estrellas, un juego en el que debo decir que nunca he entrado porque me parece poco ético. Pero hay otra perversión mayor de la que hablaré unas líneas más abajo.
Los críticos literarios tampoco tienen ahora tiempo de descubrir talentos, por lo mismo, por la saturación existente y por las muchas decepciones que supongo que se habrán llevado tras los primeros intentos de encontrar algo potente. Y con los agentes literarios sucede otro tanto, ni tienen tiempo, ni les resulta rentable saturar sus carteras de ofertas porque diluyen su fuerza a la hora de negociar con las editoriales. ¿Saben qué es lo único que «descubren»?, las obras de autores que ya han tenido gran éxito en otros países, comprando los derechos para las traducciones. Lo llaman descubrimientos pero en realidad el único que, en todo caso, ha hecho un descubrimiento, es el que lo haya editado en su país de origen. Sería el caso de Stieg Larsson.
Estas situaciones son las que han hecho crecer las ofertas de las editoriales de coedición, que en realidad no son tales; ya he hablado de ello otras veces. Dicen ser de coedición pero le cobran toda la edición al autor y se quedan con los derechos, al final los resultados son nefastos para el autor (y no conozco excepciones). Antes que la coedición, siempre será mejor una autoedición.
¿Cuál es el siguiente movimiento perverso de las editoriales tradicionales?
Además de no querer arriesgar con autores independientes (cosa que no critico porque podrían arruinarse pronto si no fueran selectivas), también son conscientes de que se les puede escapar más de una buena pieza en su política de rechazo continuo e indiscriminado basado en criterios poco óptimos, y lo saben por experiencia porque siempre ha ocurrido, autores rechazados una y otra vez han acabado siendo publicados con un éxito arrollador… por la competencia. Puedo adivinar lo que han sentido las editoriales que previamente lo habían rechazado. ¿Cuál es por lo tanto la otra opción? ¿Qué hacer para rechazar al autor educadamente y al mismo tiempo mantenerlo, de alguna manera, en sus redes y ganar dinero con él? ¿No lo adivinan? Es genial, el que ha tenido la idea es un verdadero artista de la mercadotecnia:
La editorial rechaza la obra del autor y, en la misma carta de rechazo, le hace una oferta de autopublicación, sería genial de no ser tan perverso.
No voy a dar nombres, pero esto es lo que «ofrecen» después de supuestamente haber leído la obra del autor:
«Por motivos logísticos, no nos es posible la devolución de los manuscritos recibidos y no seleccionados para su edición por lo que, en el plazo de tres meses a partir de esta fecha, procederemos a la destrucción de la copia que nos envió. Aprovechamos la ocasión para invitarle a conocer […], la plataforma de autopublicación que […] Editorial ha impulsado para aquellos autores que deseen explorar esta vía. Puede hallar más información en www.[…].com o llamando al teléfono gratuito 900 […].»
Y digo yo… si realmente se han leído la obra e intentan hacer una carta personalizada, ¿por qué la empiezan así?: Apreciado/a señor/a:
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Aug 2, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
No hace mucho hablaba en este Blog de que había desaparecido la clase media de los escritores, ese segmento que había conseguido sobrevivir (vivir con mayor o menor dignidad de lo que se escribe) durante décadas y que, a causa de la propagación de la autoedición, simplemente se ha acabado esfumando. Los superventas siguen existiendo, pero el resto de ha diluido entre la masa, cada vez más abundante y aglutinada. Pero para que llegara este cambio, ha tenido que pasar mucho tiempo. Curiosamente, al igual que ocurre con el mundo de la informática, las cosas suceden cada vez más rápido, mucho más rápido; cambios para los que antes se necesitaban décadas (o siglos), ahora pueden ocurrir en meses o en pocos años, y eso es lo que ha sucedido con la nueva ola de autores independientes en Amazon.
Amazon Unlimited acaba con otra clase media que la misma Amazon había creado
Amazon Unilimited acaba con el espejismo Amazon
Cuando apareció Amazon con la posibilidad de que cualquiera pudiera publicar fácilmente sus libros en formato electrónico, sin costes y cobrando derechos de autor prácticamente desde el primer día, el sueño de miles de escritores pareció cumplirse por arte de birlibirloque. La maravilla había llegado (¡por fin!), hasta el punto de que muchos (hablo de EE.UU., que es donde empezó y donde se pueden ver mejor las consecuencias) recuperaron la ilusión de poder vivir de lo que escribían, y de hecho así ha sido durante algún tiempo. Autores que abandonaron sus trabajos para seguir la estela de su sueño que, por un instante, y cuando menos lo esperaban, había vuelto a brillar en el horizonte.
En cuestión de meses se había conformado un flamante universo literario con una nueva clase media sonriente e ilusionada que veía el futuro sin nubes. Por fin las nuevas tecnologías habían conseguido lo que no era posible en el «universo papel»: escribir y directamente publicar, sin esperas, casi de inmediato; hoy termino la novela y mañana ya hay gente comprándola en Amazon, sin agentes literarios dando el coñazo y sin editores husmeando y poniendo trabas a lo escrito. Amazon se había convertido en el Edén de los escritores, ¿por qué no iban a dejar sus trabajos tediosos de oficina si podían vivir de lo que escribían?
Pero llegó Amazon Unlimited y acabó con el espejismo
Esta vez no hizo falta que llegara la competencia con otro invento, fue la propia Amazon quien, con un golpe de timón muy hábil (para sus intereses), removió los frágiles cimientos de esa nueva clase media, hasta el punto de quitarles el suelo que tenían bajo los pies… y todo se derrumbó otra vez. Esa luz que habían visto en el horizonte tras décadas de búsqueda infructuosa volvió a apagarse. Ya nadie sabía dónde estaba el norte y los ingresos mensuales que habían conseguido se diluyeron de un porrazo bajando más de un 75% (y seguirán bajando). ¿Cuál ha sido la causa?
La causa no ha sido otra que el servicio de suscripción de Amazon conocido como Amazon Unlimited, con un fondo editorial de más de 700.000 libros y creciendo como la espuma. Ahora el cliente/lector paga una pequeña suscripción y, a cambio, puede descargar todos los libros que quiera de ese fondo. Con independencia de qué libros se lean más y cuáles menos, los beneficios que crea el fondo se reparten (lo que queda para repartir después del beneficio de Amazon) entre todos los autores. Los que habían conseguido destacar un poco más entre la plebe literaria han quedado absorbidos por la marea. Más o menos ha ocurrido lo mismo que acababa de ocurrir poco antes en el «universo papel», solo que este nuevo cambio ha sucedido en un solo abrir y cerrar de ojos, acabando con las ilusiones utópicas de los que creían haber descubierto una nueva forma de vida que no era más que otro espejismo.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Jul 25, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
Advertencias de contenido nocivo en las portadas de los libros
Ya estamos muy acostumbrados a las advertencias de contenido nocivo que llevan las cajetillas de cigarrillos, donde se nos advierte de todo lo malo que nos puede ocurrir si fumamos. Personalmente estoy en contra de estos métodos porque me parecen intervencionistas, pero si el asunto lo llevamos hasta el extremo de aplicarlo a los libros y hacerlo en función del contenido de los mismos, la cosa ya no se quedaría en intervencionismo sanitario sino que el problema me parece mucho más grave; hablamos de manipulación pura y dura. Y no es algo que esté inventando sobre la marcha, algunas universidades de EE.UU. pretenden que los libros contengan este tipo de advertencias sobre su contenido, y como ejemplo ponen al libro Todo se desmorona, de Chinua Achebe, que según dicen, puede incomodar seriamente a los lectores que hayan experimentado racismo o persecución religiosa.
Otra advertencia que proponen es para el libro de Virginia Wolf: La señora Dalloway porque aseguran que contiene un análisis demasiado flagrante sobre las tendencias suicidas de la protagonista.
Todo esto me recuerda también al caso del libro de Stephen King: Rabia, que yo mismo reseñé en esta página.
Tendríamos que preguntarnos qué es lo que nos proponemos como sociedad si vamos a poner advertencias de contenido nocivo en los libros, y dónde queremos llegar. ¿Recomendar la no lectura de ciertos libros porque pueden herir sensibilidades? ¿Qué forma de educar es esa?
Me parece ridículo y contraproducente, además de manipulador. Para eso ya están las sinopsis y las reseñas de los libros. Cualquier lector se puede hacer una idea del contenido de un libro antes de empezar a leerlo, y cualquiera debería de ser lo bastante autosuficiente como para abandonar la lectura antes de finalizarlo si el libro no cubre sus expectativas.
Empezaremos con esto y terminaremos volviendo a quemar libros en la plaza Mayor del pueblo.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Jul 18, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
Hasta no hace muchos años, los escritores (en cuanto a nivel de ventas e ingresos) se podían dividir en tres grandes bloques: los superventas que acaban convirtiéndose en millonarios y no solo viven de escribir, sino que pueden hacerlo holgadamente, los escritores con unas ventas aceptables pero no grandiosas, que les permiten vivir con el equivalente a un buen sueldo en otra actividad, y los que siempre ha habido que, o no han vendido una rosca, o han publicado solo alguna cosilla de manera amateur sin más pretensiones. Este tercer grupo, por supuesto no ha vivido nunca de escribir, y posiblemente ni siquiera se lo haya propuesto.
Pero eso era hace unos años (no muchos, por cierto); ahora las cosas han cambiado y yo seguiría dividiendo a los escritores en tres grupos, solo que el tercero, con la aparición del libro electrónico y con el incremento, cada vez mayor, de las autopublicaciones, ha crecido exorbitantemente, hasta el punto de que la OFERTA ha sobrepasado con creces a la demanda. Y todo ello sin contar con las descargas ilegales ni piratería de ningún tipo. De hecho «la piratería legal» [que se me disculpe por el término] de las bibliotecas ha existido siempre. Cualquiera tiene acceso a miles de libros gratis en las bibliotecas sin que el autor vea un duro por ello. Pero ya digo que ese no es ni ha sido nunca el problema.
Vivir de escribir, algo cada vez más difícil por el crecimiento de la oferta.
¿Qué ha ocurrido entonces para no poder vivir de escribir?
Basta con observar el entorno para darse cuenta de ello. El crecimiento desmesurado del tercer grupo, ha canibalizado el intermedio, el de los escritores que, sin hacerse millonarios, vivían más o menos bien de lo que escribían. Las ventas ahora se reparten entre miles y miles de escritores que han aparecido de la nada en cuestión de pocos años, dejando los ingresos de esa «clase media escritora» en niveles de hambruna. Curiosamente esto no ha afectado al primer grupo, que sigue vendiendo tanto o más que antes. El otro día leí un artículo sobre Ildefonso Falcones en el que se hablaba de más de cuatro millones de euros de ingresos desde que publicó La catedral del mar.
El mercado anglosajón es el que ya hace algún tiempo que dio la alarma sobre esto, y eso que allí tienen más público objetivo, pero no basta para fagocitar tanta oferta creciente. En definitiva, no es que se lea poco o mucho, no es que haya mucha piratería o poca, lo que ocurre es que hay demasiada oferta… y sigue creciendo.
Ramón Cerdá
by Ramón Cerdá | Jul 5, 2015 | Artículos Literarios, Blog |
Es evidente que el lenguaje es algo vivo, pero siempre nos encontramos con reacciones contradictorias de los usuarios. Muchos son los que, ante un cambio de cualquier normativa referida a la forma de escribir, ponen el grito en el cielo defendiendo que siempre se ha hecho de tal o cual forma y no se entiende que ahora lo quieran cambiar. Ante esta forma de ver las cosas, nos deberíamos de plantear que los cambios no se están produciendo ahora, sino que se han producido siempre, de hecho, los que nos hemos leído El Quijote, no lo hemos leído tal como lo escribió Cervantes porque muchas son las cosas que han cambiado en el lenguaje desde entonces. Si admitimos eso, ¿por qué no hemos de admitir que las cosas siguen cambiando y hemos de ir adaptándonos?
La ye también se acentúa
Es cierto que podemos estar más o menos de acuerdo con según qué cambios, pero normalmente son bastante coherentes y beneficiosos. Cuando se dejó de tildar la palabra solo, muchos fueron los que se manifestaron en contra alegando que así se podrían ocasionar confusiones en el lenguaje, pero eso no es cierto, las únicas «confusiones» son ejercicios de libro que en la vida real no se producen, o si se produjesen, se pueden solucionar cambiando el solo por el solamente, pero normalmente ni siquiera eso es necesario porque para algo sirve también el contexto. Esa frase de «Estoy bebiendo un café solo» es uno de los ejemplos recurrentes. ¿Se refiere a que estoy yo solo tomándome un café, o puedo estar con más gente tomando un café solo sin leche? El contexto nos lo dirá, y si no, bastaría con decirlo de otro modo. Si quiero dar a entender que estoy solo sin ninguna compañía, podría decir: «Estoy yo solo bebiendo un café», o «Estoy bebiendo un café, solo», por ejemplo. En cualquier caso acaba siendo más ventajoso no acentuar nunca la palabra porque al fin y a la postre no nos aporta nada. Lo mismo ocurre con este, ese, aquel… Lo cierto es que no servía de mucho que se acentuaran unas veces sí y otras no. Uno siempre estaba con la duda y tenía que hacer ejercicios mentales para saber cuándo llevaban el acento y cuándo no.
Los cambios que estoy mencionando no son nuevos, provienen del 2010, pero todavía son muchos los que se resisten a aplicar las nuevas normas, cosa que yo respeto, pero que no comparto. Una simplificación del idioma escrito no tiene por qué interpretarse como un empobrecimiento del mismo, cuando no lo es.
Resumiendo, algunas de las palabras que han dejado de acentuarse y yo lo he hecho con mucho gusto, son las siguientes:
Solo.
Los demostrativos este, ese, aquel, esta, esa, aquella, estos, esos, aquellos, estas, esas y aquellas.
Los monosílabos como truhan, guion, ion, pion (algunas todavía me las marca el corrector como erróneas al no acentuarlas).
La o cuando va entre números: 100 o 105.
En cualquier caso, si alguien sigue acentuándolas tampoco es nada grave, por lo menos mientras no se critique a quienes hemos dejado de hacerlo.
Lo que sí me ha llamado más la atención y me parece un tanto inútil, además de complicado, es eso de acentuar la y griega, que por cierto ya no se llama así, sino ye, cuando tiene valor de vocal. Por ejemplo en Ýñigo. Y es complicado porque los teclados no están preparados para ello.
Ramón Cerdá