Si quieres dedicarte a escribir, no olvides LEER, LEER, LEER…
No se trata de que debas o quieras copiar a los demás, se trata de que leer es la mejor manera de aprender a escribir. He conocido a gente que quería dedicarse a escribir y que apenas había leído unos pocos libros en su vida. Eso no es posible, o al menos yo no lo veo viable de ninguna de las maneras; es una contradicción por sí misma. Aprenderás mucho más leyendo libros que acudiendo a clases teóricas de escritura.
Personalmente creo que leí mi primer libro de los de verdad, de los «de mayores», a los ocho años; puede que antes. Se trataba de El Conde de Montecristo en tres tomos rojos encuadernados en tapa dura con inserciones doradas en las tapas, papel crema basto, reseco y oscurecido por los años, con letra pequeña, casi minúscula y sin ilustraciones, ni siquiera en la portada. Olía a polvo, todavía recuerdo ese aroma, mezcla de papel, tinta y tiempo. Era de mis padres y llevaba muchos años en casa, seguramente mucho más tiempo que yo, pero creo que fui el primero que se adentró en sus páginas. Me sumergí de inmediato y por completo en las tribulaciones del personaje principal: Edmundo Dantés, y estoy seguro de que ese libro fue la primera semilla de mi futuro novelístico. Luego seguí leyendo algunos libros de aventuras cuyos títulos no recuerdo, y sobre todo literatura juvenil, ilustrada o no, y cosas de poca enjundia. Creo que fue en 1977 cuando definitivamente me incliné por la novela contemporánea y casi todo lo que leía iba en esa línea. Los libros que más me influyeron en esa segunda época literaria de mi vida fueron Tiburón de Peter Benchley y Pelham Uno, Dos, Tres de John Godey, libros que leí en aquel verano del 77 y he releído varias veces porque para mí siempre serán fundamentales, y no porque sean ni mejores ni peores que otros, sino porque son los primeros que me impresionaron y marcaron a fuego mi alma de novelista. Actualmente yo puedo leer entre setenta y ciento cincuenta libros al año, solo alguno de los cuales calificaría de muy bueno, unos pocos no pasan de ser interesantes, y muchos son los que apenas me aportan nada, además de algunos sencillamente nefastos, pero incluso esos que no me aportan casi nada, dejan algo dentro de mí, y de todos se acaba teniendo una influencia —no siempre positiva—.
Soy de los que piensa que cuando uno escribe una novela, en esa novela siempre hay algo de los últimos cien libros leídos, alguna pincelada, alguna expresión, algún giro en uno de los personajes, una sonrisa, una lágrima, una sensación…
Si no estás dispuesto a dedicarle muchas horas a la lectura, de manera continuada, dudo mucho que tu verdadera vocación sea la de escribir. Por eso este es siempre mi primer consejo para los que me preguntan sobre qué tienen que hacer para convertirse en escritores.
No me canso de repetirlo: Si quieres dedicarte a escribir, LEE.
@lecturaderamon
@ramoncerda
Completamente de acuerdo contigo pero, ¿sabes qué me pasa a veces cuando leo? Me asalta la idea de que estoy pasando, que no perdiendo, un tiempo valioso para escribir. El día solo tiene veinticuatro horas…
Una de las obras que más me han impresionado es ” La Mandrágora” (Hanns Heinz Ewers)
Saludos, Ester
Pero eso sería como no parar a repostar por seguir haciendo kilómetros
No he leído La Mandrágora