Antes de empezar a analizar los motivos que pueden tener las editoriales para rechazar originales, he de decir que, lo primero que debemos tener en cuenta es que una editorial no necesariamente está interesada en la máxima calidad literaria, cosa que también es muy subjetiva y difícil de catalogar. Una editorial, como empresa que es, debe buscar (y sí, digo «debe» porque es su obligación como empresa: ser rentable para sus socios e inversores) la rentabilidad, y por lo tanto, siempre estará más interesada en algo que sepa que puede vender, que en algo que simplemente sea bueno, pero para minorías.
¿Cuál es el otro problema?: Si leyendo el manuscrito se pudiera saber lo que es vendible y lo que no, todo sería más sencillo, pero al igual que la calidad no siempre es fácil de medir, tampoco lo es la aceptación que el público acabará teniendo de una obra o de un autor en concreto. Así que, si lo miramos fríamente, por mucho comité de lectura que haya y por muy sesudos que sean sus componentes, una buena parte del asunto se limita a la suerte. No quiero decir con ello que todo lo que se rechaza podría no ser rechazado en otras circunstancias. He visto manuscritos que, con independencia de dónde se envíen y cuántas veces se envíen, acabarán siempre devueltos o en la papelera porque no hay por dónde cogerlos. Quiero decir con ello que, muchas veces, los rechazos también están justificados. Pero ahora me quiero centrar en aquello que puede decirse que tiene una calidad media o al menos suficiente para ser publicado, lo que puede superar un primer hojeo, porque también hemos de tener claro que no hay editorial en el mundo que sea capaz de devorar (leer) todo lo que se le envía. Es sencillamente imposible e inviable.
Dicho todo esto que resumo con que: una vez apartado todo lo que no es fumable de ninguna de las maneras, que tu obra sea rechazada o no, en gran parte, es cuestión de suerte. Y digo lo de la suerte por dos cuestiones básicas:
1.- La primera y principal porque, si partimos de la premisa de que no lo pueden leer todo, tu novela puede no haber sido leída y, por lo tanto, será rechazada (o no contestarán que viene a ser lo mismo). Se quiera o no, aquí ha actuado el factor suerte en tu contra.
2.- Eso de los comités de lectura es simplemente gente que lee manuscritos, y a todos no les gusta lo mismo. Imagina que es Stephen King quien envía una novela encuadernada en gusanillo y cae en manos de gente a la que no le gusta ese tipo de literatura (hay quien dice que ni siquiera es literatura porque hay mucho esnob por ahí). Da igual que sea un superventas, el informe será negativo. Evidentemente, la suerte puede estar de tu parte o en contra en función de a quién le haya tocado leer tu manuscrito, y eso solo si has tenido la suerte de que lo lean.
¿No te lo crees? ¿Eres de los que piensan que las editoriales tienen unos criterios perfectamente justos, reconocibles y plausibles? Si eso es así, ¿por qué ocurren cosas como estas?:
La institutriz es una novela de Claire Chazal que publicó la editorial Plon, una novela que tuvo un enorme éxito. La revista Voici quiso hacer un experimento, copió el texto de la novela, le cambió el nombre de los personajes y envió el manuscrito bajo pseudónimo a un montón de editoriales. Todas la rechazaron porque no cumplía con las exigencias mínimas para su publicación. Lo más sorprendente (o quizás no tanto) es que incluso Plon la rechazó. ¿Qué pudo ocurrir en este caso? Pueden haber ocurrido varias cosas como he dicho antes: que no la leyeran, que realmente fuera infumable, o que no cuadrara con los planes de edición, pero ¿cómo se explica entonces el éxito de la primera? Creo que tengo la respuesta: la autora (no sé si es buena o no porque no la he leído y no puedo opinar) es una famosa presentadora de televisión francesa… ¡Bingo! Tal vez la primera tampoco la leyeron muy a fondo, pero siendo famosa y con una buena promoción… es vendible.
Cuando J.K. Rowling (la autora de la saga de Harry Potter) escribió un thriller bajo pseudónimo, pasó desapercibida. Hasta que alguien destapó la noticia y las ventas se dispararon de inmediato.
Stephen King también publicó bajo el pseudónimo de Richard Bachman y es cierto que ha vendido millones de esas novelas… Pero cuando ya se sabía que eran de King.
Lo más alarmante quizás sea el caso del Sunday Times que, bajo un pseudónimo de un joven escritor envió a un montón de editoriales unos textos de escritores consagrados, incluso de un premio Nobel. Todas las editoriales contestaron negativamente o dieron la callada por respuesta. ¿Calidad? ¿Qué es eso?
Conclusión: Las editoriales no tienen la clave del éxito, dudo que tengan un concepto claro de calidad literaria y, por último: son incapaces de adivinar el futuro. Por eso seguirán devolviéndose miles de manuscritos que, en otras circunstancias, o en otras manos, podrían convertirse en oro.
Ramón Cerdá
p.d. – No olvidemos también que, a veces, la suerte puede ser precisamente que te rechacen. Eso abre otras puertas.